América Latina, una región que envejece

Santiago de Chile (Prensa Latina) El principal fenómeno demográfico existente en América Latina y el Caribe es el acelerado envejecimiento de sus habitantes, de tal forma que en 30 años pasará de ser una sociedad adulta joven a una de personas mayores.

Por Edgar Amílcar Morales
Corresponsal en Chile

En estos momentos la población con 60 o más años de edad alcanza la suma de 88,6 millones, que representan el 13,5 por ciento del total, pero dentro de apenas ocho años, en 2030, ese registro llegará a ser de 16,5 puntos porcentuales.
De acuerdo con la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en 2053 el conjunto de personas con 60 años será mucho más grande que todos los demás grupos etarios.
Para que se tenga una idea, según datos de ese organismo de la ONU, nuestra área envejeció durante las últimas cinco décadas a un ritmo similar a lo ocurrido en Europa en dos siglos.
Entre las personas de la tercera edad, el sector de mayor crecimiento es el de quienes rebasan los 80 años, que serán mayoría en 2050 dentro de ese grupo.
Pero no se trata de un hecho negativo o de una fatalidad demográfica inevitable, sino más bien es el resultado concreto de la aplicación de derechos sociales, económicos y culturales durante las últimas décadas.
En efecto, detrás del fenómeno del envejecimiento hay dos factores fundamentales, uno es el descenso de la natalidad y el otro el incremento de la esperanza de vida al nacer.
Con la apertura de oportunidades de estudios de nivel medio y alto y las consecuentes posibilidades laborales y profesionales bien calificadas, las mujeres adquieren al mismo tiempo el poder de decidir sobre su propia capacidad de reproducción.
Por otra parte, gracias al desarrollo de las ciencias y el cuidado de la sociedad, las personas viven un tiempo más prolongado y en mejores condiciones físicas e intelectuales.

EL EFECTO COVID-19
En 2019 la esperanza de vida al nacer en América Latina y el Caribe era en promedio de 75,1 años, con grandes diferencias debido al grado de desarrollo de cada país.
Producto de la crisis sanitaria causada por la Covid-19, ese indicador descendió en prácticamente tres años -2,9 para ser exactos- convirtiéndose de esta manera nuestra región en la más afectada de todo el mundo por esta causa.
Ecuador fue el más dañado, con una caída de 5,1 años, seguido por México (-4,1); Bolivia (-3,4); Perú (-2,5); Nicaragua (-2,3); y Colombia (-2,0).
La cifra retrocedió a la registrada hace 18 años y constituye la mayor pérdida en la prolongación de la vida sufrida por nuestros países en su historia reciente, según se determinó en la V Conferencia Regional sobre Envejecimiento y Derechos de las Personas Mayores, celebrada en Chile bajo el auspicio de la Cepal y el Fondo de Población de la ONU.
Muchos de los fallecidos por la pandemia eran adultos mayores, un sector donde los efectos de esa crisis fueron muy graves, no sólo por su vulnerabilidad ante el virus, sino por los prolongados períodos de aislamiento, la ansiedad, la soledad y la ruptura de su modo de vida.    De acuerdo con las proyecciones, a partir de este año habrá una recuperación en la esperanza de vida y los niveles anteriores a la pandemia volverán hasta 2025.
Eso depende mucho de las políticas aplicadas por cada país, sobre todo en cuanto a la vacunación de su población de mayor edad, porque el virus todavía circula y surgen variantes muy diferentes a las originales.

RETOS Y OPORTUNIDADES
La transformación etaria sufrida por nuestras sociedades implica grandes retos para los gobiernos e instituciones dedicadas a garantizar el bienestar y la salud de las personas, pero también abre oportunidades para aprovechar todo el conocimiento acumulado por la edad y la experiencia.
El secretario ejecutivo de la Cepal, José Manuel Salazar-Xirinachs, aseguró que en el ámbito de las políticas públicas hace falta universalizar el acceso de los adultos mayores a la protección social y los servicios de salud de calidad.
Agregó que es necesario reforzar los mecanismos de recolección de información sociodemográfica, por edad, sexo, pertenencia étnico-racial, morbilidad y condiciones de discapacidad.
Puso especial énfasis en el tema de los cuidados para garantizar la calidad de vida, tanto desde el punto de vista de quienes los reciben como de aquellos encargados de proveerlos, de tal manera que no se vulneren los derechos de ninguna de las dos partes.
Más allá de facilitarles la locomoción por las calles o habilitar lugares adecuados para su distracción y descanso, que son cosas importantes, los adultos mayores deben estar presentes en todos los objetivos de desarrollo sostenible para el 2030.
En lugar de ser un problema, el envejecimiento trae oportunidades y estas se potencian si el Estado y las instituciones garantizan la formación en todas las etapas de la vida y no sólo durante una parte de ella, como ocurre en la actualidad.
Esto incluye cerrar la brecha digital pues no es posible que una parte de la población, cada vez más numerosa, esté al margen de las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, lo cual le impide su inserción plena en la sociedad actual.
Se debe, además, facilitar el acceso al mercado laboral, según sus condiciones, y aprovechar de alguna manera la experiencia y conocimientos acumulados durante toda una vida, dándoles al mismo tiempo un sentido de utilidad y realización personal.
Envejecer no resulta una desgracia ni una tragedia, es una etapa más de la vida que, como todas las demás, debe estar plena de satisfacciones físicas, emocionales, intelectuales y espirituales.